El Yagé y el derecho a volverse loco: Parte II

Llegué al Putumayo preparado mental y físicamente para volverme loco– continuo diciendo el médico – sabía todo lo que se tiene que saber sobre Yagé, sabía que durante siglos, los pueblos indígenas de la cuenca del río Amazonas han utilizado esta poción mágica curativa para incursionar en el mundo espiritual. Sabía que es una bebida que provoca visiones y que se extrae de una planta psicoactiva selvática y que ha sido utilizado por los chamanes y curanderos nativos para identificar las causas espirituales de la enfermedad y para atacar la fuente de la misma a través de la intervención directa – el médico tomó un sorbo de cerveza y continuo – sabia también que los chamanes tradicionales, los únicos expertos verdaderos en el uso del yagé, han sido reacios a revelar su sentido profundo al mundo occidental, aun a pesar de que antropólogos, botánicos, intelectuales bizarros y exploradores espirituales se han internado en las vetustas junglas amazónicas en busca del conocimiento de la medicina tradicional.

Sabía todo eso y muchas cosas más, pero ante todo sabía que el Yagé, es un ente vivo con una personalidad marcadamente vigorosa y enérgica que se constituía para mí en el camino directo y deseado para conducirme de manera galopante hacia el coletazo nítido de la locura.

Con eso muy claro en mi mente llegue a la región del bajo Putumayo para realizar el ritual del yagé bajo el tutelaje del reconocido chaman Arioan. Salimos al amanecer del hotel, llevaba puesto un pantalón jean azul oscuro, una camisa blanca de lino y una gorra verde, me sentía vestido para la ocasión. Luego de una jornada extensa de viaje por los piedemontes del amazonas, cerca de las 7 de la noche, llegamos al sitio acordado para el ritual ubicado a la orilla del rio. Era una casa grande en madera con varias habitaciones con aspecto un poco tenebroso. Reunidos en el patio grande de la casa y ante el temor de la reacción física por consumo del brebaje solicite que me permitieran estar solo en una habitación, el cual fue aceptado por el chamán no sin antes advertirme de los riesgos que podía correr. Los conocía bien, así que no tuve mayor problema en encerrarme en una habitación luego de iniciada la ceremonia. Ya en la habitación y con el brebaje en mi mano empecé a besarlo, a pasarlo por mi cabeza, a decirle que lo quería y que su consumo seria el elixir para la cordura y el comienzo de mi locura. Me arriesgue a hacerlo sin temor alguno de lo que me podría pasar aun a pesar de que estaba desprotegido y de no saber cómo reaccionaría. Solo me impulsaba el deseo de estar loco. A las 8 de la noche en punto – señalo su reloj y le dio dos golpes- exactamente a las 8 en punto – repitió con vos fuerte – tome la bebida resuelto a todo y comenzó no mi locura sino la peor o quizás la mejor experiencia de mi vida.

Al principio sentí una sensación extraña en todo el cuerpo, inexplicable, me senté y fui perdiendo el sentido de la realidad. Sensaciones raras emergían de mi me mente. Me sentía eterno y me acosté, ya no escuchaba los ruidos nocturnos de la selva, en lugar de ellos escuchaba sonidos musicales muy sublimes que me comenzaban a adormecer. Comencé a experimentar una sensación de levedad, de sentir que te vas alejando de tu cuerpo y de pronto me vi acostado en el suelo de la habitación. Me vi tranquilo, sereno casi que feliz. Mire mi reloj desde el estado de levedad y ya eran las 10 de la noche. Habían transcurrido dos horas y me sentía complacido pero extrañado pues esta no era la locura que deseaba. De pronto sentí náuseas y unos estirones en el estómago que me decían que tenía que volver a mi cuerpo. Como médico sabía que comenzaba la reacción física al brebaje pues el yagé funciona como una especie de purgante trascendental. La llegada a mi cuerpo no fue fácil, entre imágenes indescriptibles que me producían pánico, hacia todo lo posible por llegar. Duré una hora en llegar a mi cuerpo, Eran las 11 de la noche cuando lo retome nuevamente. Comencé de inmediato a vomitar y a cagar sin que lo pudiera controlar y mucho más de cuanto pudiera estar contenido en mi tracto intestinal. Tome conciencia de que los seres vivientes somos primogénitos de criaturas unicelulares y que sin importar nuestra evolución todavía somos un tubo o un intestino a través del cual fluye el alimento. En otras palabras no somos sino una maquina perfecta para producir mierda.

Horrorizado observe como el vómito que expulsaba de manera incontenible, se iba amontonando junto con toda la mierda que salía de mi cuerpo e iba tomando inexplicablemente la forma de un árbol. Un árbol grande y poderoso crecía al frente de mí y entre más vomitaba y cagaba el árbol más y más crecía. Carajo¡¡¡– dijo un poco sobresaltado y vos temblorosa- el árbol comenzó a salirles ramas con formas geométricas brillantes y multicolores que se repetían y emergían una a partir de otra, creando un árbol caleidoscopio. El árbol duro casi una hora en crecer y desarrollarse empujado de una manera enérgica por el vómito y la mierda que seguía saliendo de mí.

El monstruoso árbol creció a una gran velocidad a través de un paisaje fantástico decorado con animales míticos y emblemas religiosos que no reconocía. Luego de casi tres horas de estar viendo el árbol emerger, tenía clara conciencia del tiempo que había pasado y como médico también sabía que ese árbol se trataba de una alucinación mental producto del yagé y desde luego del vómito y la mierda que mi cuerpo expulsaba como reacción física a la toma del brebaje. Supuse también que todo el miedo que sentía y que me tenía petrificado era parte de mi sufrimiento espiritual y físico y de mi locura momentánea pero que al final sentiría la tranquilidad de la cordura. Créanme – nos dijo con ojos de angustia- la cosa no era así como yo sentía.

El árbol adquirió figuras demoniacas y comenzaron a salirles frutos, al principio admirables y provocantes pero luego fueron aumentando de tamaño de manera descomunal y comenzaron a pudrirse. Eran muchos frutos gigantes que se reventaban por su podredumbre y caían directamente sobre mí con toda su pestilencia. Me sentía ahogándome pues no podía respirar de tanta putrefacción que me iba cubriendo lenta pero inexorablemente. Ya habrían pasado cinco horas y ya toda la pulpa podrida de los frutos me estaba cubriendo completamente. Sabía que si no hacía algo terminaría ahogado. Les digo algo – nos dijo con los ojos anegados en lágrimas – en ese momento entendí que lo que estaba ocurriendo no era producto de mi locura sino que me estaba muriendo ahogado en mi propio vómito. Mi alucinación mental así lo representaba. Me aterre pues yo no quería morir sino simplemente enloquecer. Nadie me auxiliaba y el líquido putrefacto seguía cayendo sobre mí. Al cabo de siete horas ya el líquido me había cubierto y – agacho la cabeza sollozando- me sentía asfixiado e incapaz de mover una sola parte de mi cuerpo, percibía tristemente una penetrante desesperación física y moral que estaba muy lejos de ser la locura pero si una cosa muy parecida a la muerte.

En ese momento exacto sabía que en el mundo real serían las cinco de la mañana y estaría tirado en el suelo vomitando en la habitación que había solicitado para efectuar el ritual . Seguramente nadie había podido auxiliarme en el momento de mi agonía, ni el chamán, ni nadie de sus acompañantes pues estaba completamente solo y desprotegido. Recordé entonces las palabras del chaman cuando me dijo que al yagé se puede comparar con un animal salvaje al que hay que aproximarse con gran cautela, porque si no te puede herir y hasta causar la muerte. Entonces lo comprendí todo, había muerto en la vida real ahogado en mi propio vómito y me quedaría para siempre perdido en mis alucinaciones en un submundo irreal que sería algo parecido al purgatorio. Lo sabía, el yagé tiene su mayor potencial en abrir puerta hacia espacios espirituales altamente intangibles. En mi caso el yagé había logrado abrir la puerta, no hacia la felicidad ni mucho menos hacia la locura como quería, sino que abrió la puerta hacia la muerte. Lo más triste es que había sido a punta de mierda y de vomito. Me sentí abatido y desde luego muerto. Hora del fallecimiento cinco de la mañana. Me costaba creer que el tiempo hubiera podido hacer semejantes estragos fatales no sólo en mi alucinación sino también en mi mundo real.

– Créanme amigos lectores, al escuchar esto del médico, me pare sobresaltado por la revelación y lo interpele de inmediato – pero que le pasa – como que muerto – si lo veo aquí con una energía y una vitalidad que cualquiera desearía-. El medico sorprendido con mí reacción levanto su mano derecha y me señalo que me sentara – tranquilo me dijo- déjeme continuo para que entienda porque estoy aquí hoy sentado con ustedes y sintiéndome el hombre más feliz del mundo…

…Continuará…

YOD

Yebrail Haddad Linero

Yebrail Haddad Linero

Nativo de Ocaña. Es Abogado y Magister en Derecho de la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado como profesor universitario, asesor del Consejo Nacional Electoral, Director de Procesos Judiciales y Administrativos de la Gobernación de Cundinamarca, Personero y Alcalde de Ocaña, Director del Sistema Nacional de Bienestar Familiar y Asesor de Gobernabilidad para la Paz del Programa de Naciones Unidas.

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