Relámpago del Catatumbo

Toda una vida viviendo en la puerta del Catatumbo y nunca había dimensionado a ciencia cierta el fenómeno del Relámpago o Faro del Catatumbo. Y no es que  se  trate de una novedad o algo que realmente ignorara, pues en  el pasado había tenido ocasión de escuchar de este hermoso suceso de la naturaleza con ocasión de la mención que hace William Ospina en su libro “Ursúa”, pero también ante la insistencia temática de mi  paisano Eduar Álvarez.

El  23 de abril pasado, el diario El Tiempo, publicó un artículo titulado “¿En qué lugares de la tierra caen más rayos?” y mi mente evocó rápidamente a manera de recuerdo perenne el tema con el que he titulado este escrito. De hecho en la región del Catatumbo, ubicada en proximidades del lago de Maracaibo, se registra la caída de 250 rayos por kilómetro cuadrado, lo que arroja la cifra de 1,6 millones de relámpagos por año.

El Catatumbo es un destello de luces, de colores, pero también de energía. Algunos estudiosos del tema han osado en señalar que con la cantidad de energía que produce este Faro en un año, es posible proveer de energía al Municipio de Cúcuta por cerca de mil años ininterrumpidamente. Otros han sostenido que cada descarga eléctrica contribuye a regenerar la capa de Ozono; pero lo cierto es que no existen  estudios científicos que permitan comprobar una u otra hipótesis.

Lo que si es cierto, es que esta riqueza natural y espectáculo único es posible de observar la mayor parte del año, especialmente entre los meses de abril a diciembre, y que lamentablemente es más conocido, promocionado y estudiado en Venezuela, que en Colombia, inclusive el Relámpago del Catatumbo está grabado en el  escudo de armas del Zulia, Estado de esa República Bolivariana.

Desafortunadamente Catatumbo es sinónimo de Coca, de grupos armados ilegales, de desplazados, de depredación ambiental, de abandono gubernamental, y no de biodiversidad, de minerales, de recursos hídricos, flora y fauna, de multiculturalidad étnica y social, como debe ser. Creo que los que hemos sido o somos habitantes de la región, muchas veces nos hemos encargado de excluir en nuestro propio lenguaje, imaginario mental y código social, la existencia de este enorme pedazo del Norte de Santander, quizá avergonzados de nuestro propio origen o simplemente por creer, al igual que la inmensa mayoría de la nación, que la raza indígena es ajena a nuestras propias raíces.

Para los Indígenas Motilón-Barí, la caída sistemática de rayos en un mismo lugar, encarga un valor cosmogónico, en su forma de ver el mundo simboliza la vida; por eso, el Faro es objeto de respeto, de inspiración y contemplación espiritual. Ellos aprecian lo que tienen, porque entre otras cosas, su territorio y la naturaleza circundante es sinónimo de su propia existencia.

El Relámpago del Catatumbo encarna todo lo bueno que tiene la Región, un lugar del planeta cuya mayor riqueza es su propia gente, muy a pesar de nosotros mismos, quienes aún, a diferencia de los Motilones, no hemos descubierto el valor que tiene.

Yebrail Haddad Linero

Yebrail Haddad Linero

Nativo de Ocaña. Es Abogado y Magister en Derecho de la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado como profesor universitario, asesor del Consejo Nacional Electoral, Director de Procesos Judiciales y Administrativos de la Gobernación de Cundinamarca, Personero y Alcalde de Ocaña, Director del Sistema Nacional de Bienestar Familiar y Asesor de Gobernabilidad para la Paz del Programa de Naciones Unidas.

4 Comments

  1. El faro del catatumbo se lo escuche hablar por primera vez a mi amigo Kika. Gran soñador y amante del Catatumbo.

  2. soy una docente por vocación que ama su trabajo y tengo el gusto de conocer una parte de el tan nombrado Cata tumbo, que a pesar de todos los mitos y las leyendas que hay sobre el, puedo decir que no todo es malo; allí vive gente trabajadora y pujante que lucha día a día por sacar a su familias adelante, pero sobre todo por cambiar el proyecto de vida de sus hijos, que a pesar del pasar del tiempo y los avances aun estos niños estudian en ranchones, en escuelas deterioradas a punto de desplomarse, por que si no tienen infraestructura mucho menos Internet y aparatos tecnológicos buenos, por que acá solo contamos con aquellos de computadores para educar que son los únicos que se acuerdan que estos chicos existen, pero gracias a Dios hay unión y estas personas trabajan arduamente por ellos mismos minorar un poquito de tantas necesidades. Tengo trece años de experiencia como docente en esta zona y felizmente puedo decir que viva el Cata tumbo… y ojala que las gobernaciones se acordaran mas de ellos en especial en lo que tiene que ver con recuperar el medio ambiente que cada vez lo veo mas deteriorado.

Responder a Maria Stella Jimenez Ojeda Cancelar respuesta