El fin del mundo

Los que crecimos con la tradición Judeo-Cristiana frecuentemente hemos tenido charlas profundas sobre el fin del mundo. Este tema no es ajeno a otras confesiones religiosas, pues en todas ellas siempre se considera la existencia de un ser supremo que es el principio y fin de las cosas.

Pues bien, mi objetivo no es hablar de religión sino una vez más de ciencia, y en esta ocasión aludir a la utilización de la ciencia para exterminar la raza humana y de contera destruir a todo aquello que exista sobre la faz de la tierra, incluyendo al planeta mismo.

No me refiero al empleo de la energía nuclear como arma de destrucción masiva, que es un ejemplo mismo de la utilización de la ciencia para el mal, sino que hago alusión a la Inteligencia Artificial (IA).

Uno de los más famosos exponentes de la teoría contractualista del Estado, Thomas Hobbes, sostuvo a través de su obra El Leviatán, que los seres humanos teníamos un instinto salvaje que nos guiaba a la destrucción de nuestra propia especie a imagen y semejanza como lo haría un lobo en la jungla[1], y que por tanto, este impulso de muerte y depredación debía ser controlado por un ente superior que tuviera la fuerza necesaria para hacerlo.

Siempre he sido crítico de Hobbes y me he alineado mejor con Rousseau o hasta con Locke en llegado caso. Sin embargo, últimamente no he dejado de tener cierto pesimismo y la idea de que Hobbes pudiera tener razón me asalta de vez en cuando mi mente.

Me explico, hoy en día es tecnológicamente posible que la estrategia de guerra de “choque e intimidación” que fue usada por los Estados Unidos en Irak bajo el concepto de ataque preventivo, que consistía en bombardear hasta la saciedad para minimizar las bajas en tierra y abrir camino a la infantería; pueda ser nuevamente utilizada, pero en esta ocasión empleando aviones de combate no tripulados o drones.

Y aunque la guerra me parece a todas luces repudiable y contraria a los principios de las naciones civilizadas, lo cierto es que de llegar a una confrontación bélica aún podría admitirse que por lo menos de un bando se minimicen las muertes enviando aparatos electrónicos no tripulados que destruyen objetivos militares. Aunque todos sabemos que la realidad es distinta y en no pocas ocasiones se afecta a la población civil, por lo menos estos drones no tienen voluntad propia y son controlados remotamente, a través de dispositivos inalámbricos o satelitales, cuyo dominio está mediado por la intervención humana.

Y digo “por lo menos”, porque ya se ha anunciado para el mundo que en cuestión de años existirán armas que usaran la inteligencia artificial. En otras palabras, robots destinados para la guerra con voluntad propia y capacidad de identificar los blancos y objetivos militares.

¡Qué locura! Usted se imagina, Terminator cobrará vida, bajo la forma de artefactos autónomos denominados “robot asesinos”.

Aunque las reacciones de la comunidad científica global no se han hecho esperar, el panorama es sobrecogedor, y preocupa que las potencias mundiales se embarquen en una nueva carrera armamentista.

Recientemente miles de investigadores y personajes célebres de la ciencia como Stephen Hawking y Steve Wozniak hicieron un llamado para que se prohíban las armas ofensivas autónomas. A sus voces se sumaron académicos de las Universidades de Harvard, Berkeley, Cambridge, París y Berlín, quienes a través de una carta llamaron la atención respecto de que no existe garantía de evitar que estos robots pudieran atacar a la población civil sin distinción ni control alguno.

A diferencia de las armas nucleares no requieren materias primas costosas o difíciles de obtener. Solo será cuestión de tiempo hasta que aparezcan en el mercado negro y en las manos de los terroristas y señores de la guerra”. Se dice en la carta.[2]

No hay otra alternativa que confiar en los hombres mismos. La esperanza para evitar el fin del mundo radica en la capacidad del Leviatán, ese poder omnímodo del Estado o de la sociedad de naciones más poderosas, para contener el instinto depredador humano. Por fortuna existe un precedente de 1998 cuando se prohibieron las armas láser cegadoras antes de que empezaran a producirse masivamente.

El fin del mundo está cerca, pero evitar nuestra extinción es posible, por lo menos en aquello que del hombre dependa.

[1] Hommo Homini Lupus: El hombre es lobo para el hombre.

[2] AFP, 28 de julio de 2015.

Por, Yebrail Haddad

@Yebrailh

Yebrail Haddad Linero

Yebrail Haddad Linero

Nativo de Ocaña. Es Abogado y Magister en Derecho de la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado como profesor universitario, asesor del Consejo Nacional Electoral, Director de Procesos Judiciales y Administrativos de la Gobernación de Cundinamarca, Personero y Alcalde de Ocaña, Director del Sistema Nacional de Bienestar Familiar y Asesor de Gobernabilidad para la Paz del Programa de Naciones Unidas.

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